Revista Médica Electrónica - Vol:25. No:3 May-Jun 2003.

EDITORIAL:

Malaria: ¿un azote a los países pobres?

No deja de alarmarnos que cada año mueran alrededor de dos millones de personas por causa de la malaria y que otro medio millón sea infectado, aunque sobreviva. Las naciones del África Subsahariana han sido las más afectadas históricamente, hasta tal punto, que los propios colonizadores de esas regiones dejaron efímeras huellas materiales (que no espirituales), al ser también ellos diezmados por este flagelo, cuando estuvieron por esas tierras.
En la actualidad, el incremento de la resistencia a las drogas antimaláricas e insecticidas y el fracaso de las estrategias en el control de vectores están llevando a la expansión de la enfermedad. Ésta, como conocemos, es provocada por protozoarios del género Plasmodio y transmitida por la picadura de diferentes especies de mosquitos del género Anófeles. La transmisión del parásito puede ser dividida en un ciclo de cuatro pasos principales: el desarrollo en el hombre (incluyendo la gametocitogénesis), la transferencia desde el hombre al mosquito, el desarrollo esporogónico en el mosquito y el paso del mosquito al hombre.
La malaria severa es casi exclusivamente causada por el Plasmodio falciparum, cuyas complicaciones se registran en los sistemas neurológico, respiratorio, renal y/o hematopoyético. La acidosis metabólica y la hipoglicemia son las complicaciones sistémicas más comunes. Los niños malnutridos tienen mayor riesgo de morir una vez que contraen la enfermedad. En las mujeres embarazadas es una causa común de anemia severa en la madre y de bajo peso al nacer en el niño.
Numerosos son los estudios que se han realizado (y se realizan) para mejorar la quimioterapia en la malaria frente a la creciente resistencia a las drogas habituales. Se hace necesaria la búsqueda de una vacuna efectiva que pueda ser incorporada a los extensos programas de inmunización para los países de las regiones endémicas. El reciente diseño del mapa genómico del Plasmodio falciparum y su mosquito vector, el anófeles gambiae, pudiera constituir un paso de avance en este campo.
El empleo de la quimioprofiláxis, las medidas mecánicas de protección, como los ahora muy populares “mosquiteros impregnados”, la aplicación de diversos y potentes insecticidas, poco podrán resolver si no despierta la conciencia ecuménica y se llevan a vías de hechos las políticas que se han formulado para reducir a escala mundial la presencia de este mal, que no por casualidad, se siente con mayor fuerza allí donde la pobreza, el subdesarrollo y el olvido tienen su escenario.

Dr. Oristel I. Felipe Fereira.
HCQD “José R. López Tabrane”.
Matanzas

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