Tema 9.- La medicina Americana Precolombina.

HOSPITAL PROVINCIAL CLÍNICO- QUIRÚRGICO “JOSÉ R. LÓPEZ TABRANE” MATANZAS
La Medicina Americana Precolombina.
The Pre Columbus American Medicine.

AUTOR:

Dr. Ramón Madrigal Lomba (1)

(1) Especialista de 2do Grado en Cirugía. Profesor Auxiliar

INTRODUCCIÓN

DESCRIPTORES(DeCS):

HISTORIA DE LA MEDICINA
ABORÍGENES/
historia
AMÉRICAS

Las fuentes para el conocimiento de las enfermedades y prácticas médicas de los indios aborígenes americanos provienen de antiguos anales históricos, principalmente españoles, de manuscritos, autóctonos que bosquejan el folklore y creencias de esos pueblos y de estudios de sus restos de utensilios artísticos y esqueletos. En su saber médico el indio americano era profundamente objetivo, pero en sus interpretaciones diagnósticas y pronósticas era a menudo oscuro y subjetivo y con mucha frecuencia la base del tratamiento se cimentaba en prácticas místicas y sobrenaturales del curandero o médico hechicero. Del estudio de la frecuencia de sus enfermedades se ha opinado acerca de la rareza de entidades como el raquitismo, tuberculosis, micro e hidrocefalia, peste, cólera morbo, lepra y cáncer, incluso se ha dudado de la existencia de la malaria, fiebre amarilla, fiebre tifoidea, escarlatina y difteria. Por otra parte, la osteoporosis craneal simétrica y la osteomalacia han sido descubiertas en cráneos peruanos, mayas y norteamericanos(1-5). Otras enfermedades han sido señaladas, como la Uta y la fiebre de Oroya en el antiguo Perú y el Gundu, enfermedad caracterizada por una hinchazón en la base de la nariz. Entre otras enfermedades que padecieron los indios americanos hay que incluir las artritis, reumatismos, enfermedades por deficiencia, neuralgias, bocio endémico en ciertas regiones, litiasis urinaria, tumores óseos del conducto auditivo externo. En la región de los Grandes Lagos, la pleuresia y neumonía eran comunes, así como las conjuntivitis y enfermedades de los dientes del tipo de las caries, abscesos alveolares, periodontitis e hipoplasias. Acerca de la elevada presencia de caries pueden ilustrar los siguientes datos:

Entre los Zuni

75 % (Indios Pueblos)

Pecos

47 %

Perú

35 %

Kentucky

30 %

California

25 %

Sioux

12 %

El problema de la sífilis prehistórica ha dado origen a numerosas polémicas. Importantes investigaciones de William y Denniger afirman haber identificado la sífilis en esqueletos precolombinos y en huacos peruanos. (6-9)
William ha reconocido la sífilis en materiales prehistóricos encontrados en Pecos, Nuevo México, en cráneos y huesos largos de Paraca,s, Perú; cráneos de Rio Negro, Argentina; huesos largos del Valle de Cañete, Perú; huesos largos en Ohio, E.U, cráneos y huesos largos en Alabama y Arizona y en un cráneo de Tlatelolco, México. Este investigador concluye: el diagnóstico de la sífilis en los cráneos es tan seguro como es posible hacerlo en huesos secos sin historia clínica. Por su parte Denninger diagnosticó "Periostitis luética del adolescente" en huesos largos prehistóricos procedentes de Illinois y lesiones sifilíticas en los huesos faciales de un cráneo procedente de Arizona que data del año 1000 de n.e. Es de señalar en lo que a cráneos precolombinos se refiere la notable frecuencia de deformaciones artificiales encontradas en peruanos (Aymarás), Mayas e Indios del Suroeste y Costa Noroeste de E.U. Los cráneos eran achatados en la región occipital o alargados por compresión bitemporal o interparietal. El término medio de vida era de 37 + - 3 años. Era rara la sobrevida de 50 o más años. Los jóvenes eran entrenados por medio del ayuno y demostraciones de coraje para adquirir resistencia y valor, proceso que culminaba con la iniciación. Pero las vicisitudes de la vida, la selección de los más fuertes y los peligros y rigores de la caza y de la guerra diezmaban las filas de los hombres adultos. Las mujeres sobre quienes recaía el peso de la existencia, declinaban, envejecían y morían a temprana edad. La mortalidad infantil era excesivamente elevada como también de las madres durante el parto. De hecho, entre los peruanos, se han descubierto cierto número de mujeres jóvenes enterradas con lo que seguramente eran criaturas muertas. Los indígenas vivían en contacto con la naturaleza, y las leyes naturales eran muy exigentes. En los pueblos primitivos existe a menudo la costumbre de acoger a los adolescentes en el círculo de los adultos por medio de ritos y ceremonias. Estas consagraciones rituales son llamadas por los etnólogos "iniciaciones". Con estas consagraciones rituales más o menos primitivas guardan relación, hasta cierto punto, los ingresos rituales de adultos en ligas y sociedades secretas, cultos y misterios, de modo que pudiera hablarse en estos casos de iniciaciones. Las iniciaciones ofrecen gran interés no solo desde el punto de vista histórico- cultural, sino también en su aspecto histórico- médico. La investigación de la iniciación va íntimamente ligada con la evolución de la etnología y se esfuerza en estudiar gran número de problemas, de los cuales, por la índole de esta disertación, trataremos muy someramente los aspectos histórico médicos. Luego de un proceso completo más o menos largo, los iniciantes concluyen la seclusión o período de aislamiento y alejamiento de la comunidad, período éste que termina frecuentemente con una gran fiesta que al mismo tiempo representa el punto culminante y final de la iniciación. Estos días van asociados por lo general con difíciles pruebas para los iniciantes, al tiempo que la comunidad o tribu observa la influencia que ha producido sobre ellos el período de seclusión. En las regiones donde es costumbre practicar la circuncisión, ésta constituye el acto más solemne de la fiesta. Los iniciantes son sometidos a la operación, durante la cual toda manifestación de dolor es considerada inoportuna y vergonzosa. También se cuentan entre estas prácticas las perforaciones múltiples en los lóbulos de la oreja o del tabique de la nariz, el arrancamiento y/o limado de los dientes y el tatuaje. Los ritos de iniciación no solo deben procurar vigor y salud a los iniciantes, sino también a todos los individuos de la comunidad, como el crecimiento de los niños, la curación de las enfermedades. (10)
La iniciación además de ser un proceso - ceremonia de la madurez, desempeña también como hemos señalado, cierto papel en la admisión en sociedades tanto religiosas como profanas, así como en las ligas secretas y de la misma se esperan diversos efectos, aparte de los médicos ya mencionados, como buenas cosechas, éxitos en las guerras.
Con el tiempo se conformaban grupos que se consagraban exclusivamente a uno de los citados efectos, digamos por ejemplo, la curación de enfermedades y surgieron así sociedades llamadas "de medicina", que cultivaban la asociación mágica con animales, a los que se atribuían virtudes curativas, ocupándose también de la enseñanza de sus miembros en el arte mágico y práctico de curar. Los pertenecientes a estas sociedades se encargaban de toda la práctica médica dentro de la tribu; tal es el caso entre los indios Menominee (Wisconsin) y los Odbjibwa de Minnesota y análogas ligas existían entre los Delawares, los Panis, Indios de las praderas (Omahas), Pueblos y Navajos. En todos los casos el ingreso en la liga tenía lugar bajo la forma de una iniciación y solo variaban en cada una de ellas los detalles de los ritos, los preceptos y los conocimientos médicos que había que adquirir. Un ejemplo del ceremonial y actuación de tales sociedades secretas lo tenemos en la sociedad de medicina de los indios Acoma. Acoma es el nombre de un poblado de indios Zuni, que viven en Nuevo México en las vertientes montañosas del Río Grande. Los habitantes de Acoma, que hoy día viven como labradores y pastores, poseen un glorioso pasado.
Desde su pueblo natal emprendían sangrientas excursiones de rapiña que entre los habitantes de la llanura les valió la fama de distinguirse por su implacable crueldad y violento salvajismo. Hoy día a pesar de las radicales transformaciones que forzosamente conmovieron este pequeño Estado en sus cimientos, los indios Acoma, al contrario de otras tribus, han sido capaces de conservar sus características e incluso imponer su voluntad ante la poderosa raza blanca, a pesar de los intentos de los misioneros y de las tentaciones de la civilización moderna. Las conquistas de la técnica moderna, la radio, las máquinas agrícolas, si bien suscitan el asombro o la admiración de los Acomas, no por ello conmueven su fe en el valor de su propia cultura. Los actos religiosos de la tribu están consagrados a dos fines: la consecución de los alimentos y el alejamiento de las enfermedades. Aún hoy en día existían cuatro sociedades de medicina, además de otro grupo de "médicos hechiceros de serpientes", agrupaciones éstas dedicadas al bienestar de la tribu, combatir las múltiples dolencias causadas por embrujamiento y preservar al pueblo los espíritus malignos.
A pesar de los conocimientos reducidos de estas sociedades secretas de medicina, disfrutaban de gran prestigio en la tribu. En realidad logran muchas curaciones, en parte quizás por la eficacia de sus medicinas y por otra parte por la credulidad y sugestibilidad de los pacientes. Su ceremonial consta de cantos, danzas y oraciones. Es característico en las danzas la simulación de los movimientos de los animales sagrados. Las oraciones se dirigen a todos los seres sagrados de la tribu y ante todo a los animales médicos- hechiceros, como son el oso, el águila, el tejón, el puma y la serpiente, de cuya benevolencia depende el buen éxito de la ceremonia. Así, durante el rito los médicos hechiceros gruñen como osos, para expresar que no han sido ellos, sino el médico- hechicero oso el que ha llevado a cabo el milagro curativo. El centro de todo el rito descansa en el winock, objeto que encarna la reliquia más sagrada de la tribu, o sea, ella misma, tal como fue creada por la madre ancestral de todos los indios. Objeto que entre otras cosas contiene granos de maíz, que son distribuidos entre todos los participantes para su masticación, acto que pudiéramos calificar como el de una comunión. El enmascaramiento es un elemento sumamente importante tanto en los ritos y ceremonias de iniciación como en la práctica de los médicos- hechiceros, curanderos y shamanes. Tanto con la careta como con la máscara, en el amplio sentido de la palabra, se intenta conseguir una transformación y tales transformaciones son puestas en práctica en las mas diversas ocasiones. Recordemos solo un ejemplo: el disfraz que imita al animal y que es utilizado por los pueblos cazadores primitivos para engañar a la caza; otro ejemplo serían las actuales caretas de carnaval.
Sin embargo, entre la mayoría de los pueblos primitivos que todavía hoy conocen el uso de las máscaras, la transformación intentada por el portador de ellas, tiene un sentido mucho mas profundo que solo puede expresarse por las nociones religiosas de dichos pueblos y cuya importancia ha sido indicada por primera vez por la moderna etnología en su significación mas amplia. En efecto, las máscaras de los pueblos primitivos representan la mayoría de las veces demonios, espíritus y almas de difuntos o de animales y el portador de la máscara se identifica absolutamente con los seres representados, es decir, que al llevar la máscara se siente en realidad transformado. Las máscaras como representación de espíritus de difuntos y de antepasados, son usadas también en la ceremonia de iniciación de adolescentes, en las ceremonias de difuntos de sociedades secretas, en las fiestas de iniciación o en los ritos de "Sociedades de Medicina". Un hecho curioso es el que todo lo que se refiere a máscaras es en gran parte cosa de los hombres, y que las mujeres solo desempeñan aquí un papel muy secundario o están del todo eliminadas. Por supuesto que nos referimos a los enmascaramientos en los pueblos primitivos precolombinos. Las máscaras a menudo reproducen con sorprendente naturalidad los rasgos fisonómicos de un difunto determinado; otras veces imitan animales con o sin relación con manifestaciones totémicas; las otras máscaras en cambio, representan en general espíritus y demonios. Los shamanes esquimales confeccionan sus máscaras con arreglo a las visiones del espíritu. Pero existe un grupo de máscaras de particular importancia en la historia de la medicina: las máscaras de enfermedades, justamente aquellas que están relacionadas con las enfermedades o con la curación de enfermos.
En la mayoría de los casos de enmascaramiento la relación es estrecha con el shaman o con el médico- hechicero, que en sus ceremonias mágicas para lograr la curación, además de una vestimenta características y de determinados atributos (como el tambor y el abanico de los shamanes y el maracá y tubo de soplar de los pagés o caraibas tupinambaes del Brasil), lleva también muchas veces una careta. En efecto, mientras que los pueblos primitivos en general, saben muy bien tratar convenientemente las enfermedades y achaques, cuya causa externa es evidente como en las hemorragias, luxaciones y fracturas, en otras dolencias sobre todo en las enfermedades infecciosas, acompañadas de fiebre (paludismo, fiebre tifoidea, cólera, sarampión, viruela, enfermedades venéreas), así como en las afecciones mentales y psíquicas, se vale de medios mágicos de tratamiento y estos se fundan en la idea de que la causa de la enfermedad es la influencia de seres sobrenaturales, espíritus y demonios que pueden ser dominados y expulsados por el shaman o el médico- hechicero. Precisamente las máscaras empleadas en diversas ceremonias para ahuyentar por magia las enfermedades y epidemias, representan uchas veces el demonio de la enfermedad, su espíritu maligno. Debe significarse que en muchas ocasiones las máscaras lejos de representar el demonio de la enfermedad, solo están destinadas a la protección del hechicero. Una característica del gran grupo de máscaras de los indios del noroeste de América es la acentuación de lo horrible y terrorífico, de tal modo que en ellas el factor demoníaco alcanza quizás el máximo de expresión artística. En estas regiones los miembros de cada uno de los numerosos clubs secretos, ya mencionados que se forman a base de los mismos sueños y visiones y que practican sus propias ceremonias y danzas llevan todos ellos las mismas máscaras. En estos casos, la relación entre estas danzas de máscaras y la curación de enfermos, se encuentra una explicación ingeniosa entre las tribus Creek de Norteamérica; en ellas las danzas rituales con caretas tenían primitivamente por objetivo la reproducción y reconciliación de los animales de caza y sólo más tarde se volvieron ceremonias de curación, al imponerse la creencia de que los animales, para vengarse de la persecución de que eran objeto por parte del hombre, enviaban a éste las enfermedades y epidemias.
Al contrario de las máscaras del noroeste de América donde domina la apariencia horrible y terrorífica, las caretas y disfraces de América del Sur presentan una fuerza de expresión mucho menor. Los Indios de América del Sur no sentían ni sienten en general, ni son capaces de representar lo terrible y demoníaco. En sus fiestas mortuorias se permite que asistan mujeres y niños e incluso, entren en contacto con los portadores de máscaras. Por otra parte, en consonancia con la atmósfera menos misteriosa y secreta de esta ceremonia, el carácter imponente y demoníaco de la máscara causa una impresión más bien pintoresca. Las máscaras y danzas de máscaras están muy extendidas. Se han estudiado entre los habitantes de la Tierra de Fuego, entre los Bororó del este de Brasil, en los Araucanos de las Pampas (Ona), en las tribus de la Patagonia (Yamanas), tribus del Chaco, nordeste del Perú (Ultotos, Okaimas y Omaguas), Chibchas y Kagabas de Colombia, en la selva tropical y noroeste de Brasil ( Xingus, Juris, Tikunas, Kobeuas). Detalle característico de todo Brasil es que las máscaras y disfraces se destruyen al fin de la fiesta.
El baño de sudor en su forma clásica, tal como existía entre los escitas, eslavos y fineses es también una de las prácticas culturales y médicas más difundidas entre los habitantes indígenas de Norte y centro América. Puede decirse que en el basto triángulo conformado por Alaska, Labrador y Guatemala, solo algunas tribus periféricas de la Columbia Británica y valle del río Colorado no practicaban estos baños. Como tantas otras cosas, el baño de sudor de los indios, baño de vapor, está en estrecha relación con el mismo procedimiento del Viejo Mundo y la similitud entre ambos es muy grande aún en los menores detalles. Al principio esta práctica prevalecía en todo el este y norte y en las praderas y mesetas del oeste y se preparaba colocando en una pequeña cabaña piedras excesivamente calientes, la cabaña se cubría con frazadas para impedir la entrada del aire y luego que los pacientes se hubieran instalado en el interior se vertía agua sobre las piedras. Prácticamente cada tribu o comunidad construían la cabaña a su manera y acorde con los materiales de construcción disponibles. El baño de sudor era muy común entre los Delaware, Creeks. Choctaws, las tribus "pies negros" Dakotas y Kiowas y entre las comunidades seminómadas Mandan, Omahas y Pawnees del río Misouri. Aún hoy el baño de vapor se utiliza entre los esquimales de Alaska, muchas tribus californianas y Navajos de Arizona. En México y Guatemala las cabañas para estos baños se conservan en su forma primitiva. El "tomascal" azteca era una construcción circular con muro de piedra, abovedada, con horno exterior donde las planchas candentes de piedra roja son salpicadas con agua. El baño de vapor era de uso corriente entre los Mixtecos, Totonacas y Mayas. La regularidad y frecuencia del baño de vapor contribuía a purificar, refrescar y fortalecer el cuerpo, además entre muchas tribus es considerado casi como una "panacea" contra todas las enfermedades externas o internas. Así, constituía un remedio contra la gota y el reumatismo, la constipación, fiebre, tifus, neumonía, enfermedades de la piel, convulsiones y parálisis. No obstante, su práctica excesiva se acompañó en ocasiones de funestos resultados. En muchas ocasiones se complementaba el baño con masajes, sobamiento con ramas de plantas aromáticas, soplamientos.
Entre las tribus subárticas de América del Norte, la curación de enfermos está ligada al shamanismo, que en dichas regiones desempeña un importante papel. Al igual que en el shamanismo esquimal, reviste importante consideración la creencia en espíritus personales protectores. En estos casos el shaman cree conquistar tales espíritus procurando adquirir mediante aislamiento repetido, ayunos, vigilias y otras privaciones, una sensibilidad especial para sus visiones, visiones en las cuales se le aparece el espíritu protector (un animal, con el fin de ayudarle en los conjuros que pronuncia durante su éxtasis.
Shaman es el médico mago- sacerdote, que por el redoble de tambor, la danza, la música y las maceraciones, cae en éxtasis, entra en comunicación con espíritus buenos y malos y adquiere así, ciencia y poder. El shamanismo es la creencia y práctica concentradas en el shaman. Por extensión, toda forma de religión en la cual la divinidad entra en comunicación con los hombres por mediación de personas en éxtasis o de posesos, como ocurre en las tribus indígenas de Norteamérica y además en norte de Asia, Indonesia y África. La historia del culto de la serpiente en América nos da un ejemplo muy notable de la tenacidad con la cual los pueblos conservan antiguas tradiciones y creencias a través de los siglos. El culto de la serpiente estaba muy difundido entre los indios americanos en la época precolombina . Entre los Mayas el joven que quería adquirir el arte de la medicina tenía que hallar un maestro complaciente. El instructor y el novicio tenían que retirarse a una choza en el bosque, donde el novicio aprendía los encantamientos y prácticas médicas necesarias para la curación de distintas enfermedades. Luego se le dejaba solo , y era enviado al encuentro de una boa constrictor que irguiéndose sobre la cola, colocaba su lengua en la boca del jóven, completándose en esta forma su iniciación.Entre los Mayas los novicios eran iniciados en la medicina con una complicada ceremonia en la cual las serpientes, que salían de nidos de hormigas , jugaban un papel muy importante: La idea del novicio devorado por la serpiente y luego expulsado per anum sugiere la ceremonia de iniciación comunes a las distintas ramas de los Mayas. En realidad, una cabeza humana entre las quijadas de una serpiente es un tema común en el arte Maya. Después de haber salido del país de los vivos y de haber aprendido el uso del peyote y otras sustancias narcóticas, se suponía que el novicio era tragado por una serpiente y que luego resucitaba, interesante interpretación de una forma de metamorfosis que demuestra la más íntima relación entre la serpiente y la medicina.
La tradición del culto de la serpiente existe en la actualidad en muchas tribus indias de América del Norte, particularmente entre las tribus de los Hopis, que viven en la región sudoeste. Estas comunidades celebran la danza de la serpiente con serpientes capturadas y que luego de concluida la ceremonia son puestas en libertad, suponiéndose que al alejarse se llevan las influencias malignas que de otro modo afectarían la salud y el bienestar de la comunidad.
El indio americano precolombino trataba con relativa habilidad las fracturas, realizando amputaciones simples complementadas con prótesis de madera como ha sido comprobado en el Perú. Practicaban la inmovilización de fracturas y reducción de luxaciones empleando entablillados, pero como la consolidación dependía de la correcta manipulación inicial, eran frecuentes los grandes callos óseos, las deformidades y acortamientos de los huesos fracturados. Otro de los recursos médicos era la succión y aplicación de ventosas. La succión particularmente era un recurso muy utilizado, luego del baño en el río y sobamientos por los tupinambaes brasileños.Las sangrías se hacían por incisiones en las venas cefálicas, safenas y temporales con cuchilletes de obsidiana o puntas de silex y se recuría a menudo a las mismas en casos de cefaleas y fiebre. Si las hemorragias de la herida no se cohibían por sí mismas eran yuguladas con telas de arañas, hongos secos, corteza frescas de árboles o con raspaduras de cueros curtidos.(11-12)
Fue la trepanación la principal técnica desarrollada por los aborígenes, especialmente en la región andina. Este proceder ha sido estudiado en cráneos peruanos (Incalcos), ha sido descrito en la región de Pueblo, en Giorgia y en la costa noroeste, así como en Michigan (Norteamérica). Se hacía generalmente para aliviar los golpes debidos a fracturas del cráneo por cachiporras de guerra, otras veces, se cree se realizaban para curar el dolor de cabeza, permitiendo que los "espíritus malignos" salieran al exterior. Casi siempre se realizaban en el parietal derecho y menos frecuentemente en el frontal u occipital. Se han encontrado cráneos hasta con cinco operaciones, todas satisfactorias. Los instrumentos empleados eran láminas y astillas de silex, obsidiana, cuarzo y probablemente láminas de cobre. En el Perú se utilizaba un instrumento en forma de semiluna y amplio mango que los médicos- hechiceros incas manejaban con destreza y que es conocido por el tumi. El progreso de las investigaciones etnológicas en América del Sur puso de manifiesto de modo evidente que el médico hechicero constituía una presencia común en estos territorios. Los viajeros de criterio superficial, para explicarse todo lo que les parece incomprensible y enigmático de los pueblos primitivos, acostumbran a salir del paso alegando que se trata solamente de un engaño de las masas, trucos de prestidigitación y supersticiones. Ahora bien, quien de tal manera juzga, pierde de vista que el llamado hombre primitivo es un observador demasiado perspicaz para dejarse engañar fácilmente y que, por otra parte, por su compenetración directa con la naturaleza, siente ésta con mucha mayor seguridad y sensibilidad que el habitante del mundo moderno.
A cargo del ejercicio de esta medicina relativamente bien organizada estaba el hechicero o curandero. Era él quien preparaba los cocimientos y medicamentos en general, quien los administraba y quien por medio de sortilegios y palabras mágicas, convencía al paciente de la certeza del diagnósticio, de la eficacia del tratamiento y le inspiraba confianza en el pronóstico. El campo de acción del médico hechicero no abarca el mal corporal o la enfermedad de un órgano, sino exclusivamente la fantasía y la imaginación, el temor y el presentimiento, una amenaza o creencia, en una palabra, la enfermedad del alma. Por ello el indio acude al médico hechicero en muchas ocasiones por depresión anímica y malestar espiritual, cuando tienen siniestros presentimientos y en casos de fenómenos naturales de amenazadora inminencia, en los estados de angustia y en los conflictos de orden general. De aquí que la relación entre el "doctor" y el paciente era aún mayor que hoy, pues el médico hechicero obrando como intermediario, ponía al paciente en relación con el mundo espiritual. Para ello el "doctor", el paciente, o ambos, a menudo recurrían a las propiedades estupefacientes de narcóticos. En el estado de éxtasis resultante, la visión provocada por sugestión justificaba el procedimiento empleado y garantizaba el restablecimiento del paciente. Hemos visto de manera somera los principales procederes y técnicas empleados en la medicina americana precolombina. Veamos ahora a grandes rasgos la materia médica. Esta materia en gran parte estaba constituida por: hierbas, raices, hojas, corteza y ramas de árboles; semillas, flores, sustancias animales, insectos, tierras o minerales con los que se hacían polvos, cocimientos, extractos, infusiones, cataplasmas, etc. También se conocían venenos los cuales empleaban con variados fines. Con estas sustancias preparaban además soluciones curativas, purificadoras, hemostáticas, narcóticas, sedantes, purgantes, eméticos, febrífugos y estimulantes. Al parecer tenían nociones sobre la influencia del régimen alimenticio y la dieta medicinal sobre la salud. En este contexto, es bueno señalar que el indio americano contribuyó con 59 drogas a la famacopea moderna.
Si tenían poco o ningún conocimiento de la "dieta o régimen equilibrado" en sí, tenían aparentemente ciertas nociones acerca de lo que se come, y cuando y como. Los Iroqueses por ejemplo, conocían el valor de los manantiales ricos en sal, hierro y sulfuros. Había entre ellos un concepto bien desarrollado de la dieta o abstinencia de alimentos durante la fiebre y trastornos digestivos. Los curanderos, las comadres, los vendedores de amuletos conocían a fondo el uso de hierbas y plantas. Como eméticos empleaban acebo, pepino, ciertos yuyos; laxativos y purgantes como el áloe (ágave), manzanas, cicomoros, olmo; como febrífugo usaban sauce, melón de agua, salvia silvestre, álamo temblón; los antiespasmódicos intestinales se extraían de la clematita, de los "mesquites" del zazafrás, repollo, cedro rojo, albahaca, girasol; los diuréticos se extraían del Zumaque, de la zarzaparrilla, del enebro y de la magnolia.
Según Stone, disponían de antidisentéricos, antireumáticos, antiluéticos, antiblenorrágicos y de drogas usadas contra las viruelas y cólera, desórdenes neurológicos, mordeduras de serpientes, desórdenes menstruales y obstétricos. En fin, la lista de "sustancias específicas" en la materia médica de los indios americanos es muy larga. Y no solo se usaban plantas, así, por ejemplo, los papagos ponían un grillo sobre la herida; los Tarahumaras un lagarto; los Apaches, huevos de araña; los Navajos, ocre rojo; los Hopis ponían polvo de carbón vegetal y ceniza; y en general el uso de grasas animales, sobre todo de serpientes, en inflamaciones, dolores articulares y "enfriamientos de pecho".La medicina de los indios aborígenes americanos era una curiosa mezcla de hechos, empirismos, fe, fraudes, disparates y sin embargo, no se puede decir que esa combinación haya fracasado siempre por completo. Las prácticas médicas americanas precolombinas se caracterizaron por su sinceridad, por la confianza que en ellas tenían los indios, por su carácter pintoresco y por que en muchos casos fueron eficaces. (13)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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  12. Pinto E. La extraña figura del pagé tupinambá. Actas Ciba Argentina 1944:319- 28.
  13. Mas Pérez C. Ritos y costumbres mortuorios de los tupinambaes del Brasil. Actas Ciba Argentina 1944(11): 329- 9.

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